La Bastida ocupa una de las cumbres alargadas del sistema montañoso de Serra Grossa, a 741m de altitud, limitando al norte con el Pla de les Alcusses y al sur con la Vall de l’Alforí de Fontanars. En este punto se cruzan dos vías de gran importancia histórica que aprovechan sendos corredores naturales: el camino que pone en comunicación la costa con la meseta y la Alta Andalucía , conocido en época romana como Via Augusta, y el curso del río Vinalopó que se dirige hacia las tierras alicantinas. Esta privilegiada situación convierte a la Bastida, además de un oppidum defensivo, en un centro económico donde las materias primas y productos manufacturados indígenas se intercambian por objetos de prestigio importados, como las cerámicas griegas.

El estudio de las maderas carbonizadas halladas en la Bastida, y en la cercana necrópolis del Corral de Saus, muestra que durante la época ibérica había un paisaje de bosque de carrascas, aclarado por zonas de pinos carrascos, y un sotobosque denso formado de enebros, asbinas coscojas y espinos. El fresno nos señala un bosque de ribera en los márgenes del río Canyoles.

La ciudad ocupaba una extensión de 4’5ha, protegida por una muralla de trazado sinuoso que se adapta a la cumbre de la montaña. El acceso se realizaba por la parte occidental a través del camino del que se conservan tramos con huellas de carriladas excavadas en la roca por el paso de los carros. Tras atravesar un gran espacio, de 1’5h, delimitado por un largo lienzo ciclópeo, y sin restos constructivos, se llega al recinto amurallado. De la muralla se conserva la base de piedra de 4m de ancho por 2’5m de alto, a la que hay que añadir el alzado de adobes, alcanzando una altura original entre 6 y 8 m. En el frente oeste del recinto se abre la puerta principal y junto a ella se conservan dos torres cuadrangulares aunque existen huellas de la existencia de otras seis torres en la misma área, hoy desaparecidas. Otras dos puertas, más pequeñas, se sitúan en los lados norte y sur, y una cuarta en el extremo oriental, también defendida por una torre.

La Bastida muestra un urbanismo complejo, con grandes casas agrupadas en manzanas y dispuestas a un lado y otro de la calle central que recorre todo el poblado. De esta calle principal arrancan perpendiculares así como las plazas, una de ellas con una gran cisterna. Un camino de ronda recorre todo el perímetro amurallado.

Tanto la red viaria como las viviendas se adaptan al relieve del terreno, cuya pendiente obliga a nivelar el terreno donde se van a construir las manzanas mediante muros de contención que son rellenados con piedras y tierra. Así, las habitaciones van escalonándose, condicionando la organización interna de las casas y la ubicación de las puertas que se abren en los lugares más accesibles

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