Anna Ajmátova (Odesa, Imperio Ruso, 1889- Moscú, URSS, 1966).

Anna Ajmátova (1889-1966) nació en el seno de una familia noble de origen tártaro. A pesar de que su
infancia no fue del todo feliz, comenzó a escribir sus primeros poemas a la edad de once años. Como su
padre no quería ver publicado ningún verso por miedo a que dicha actividad artística manchase su
«respetable» apellido. Anna decidió adoptar el apellido de su bisabuela tártara – Ajmátova – como
pseudónimo.
Anna-AjmatovaEstudió derecho, latín, historia y literatura en Kiev y en San Petersburgo. Fue allí donde se inició en la
corriente literaria del acmeísmo, consistente en romper con el simbolismo restableciendo el valor
semántico de las palabras desde un carácter más metafórico. En ese contexto, Ajmátova publica su primer
libro de poemas titulado «La tarde»(1912). Sus primeros escritos parecen intuir la gran soledad en la que
se verá sumergida años más tarde, después de las trágicas consecuencias de la Revolución Rusa de 1917.
A partir de entonces, los poemas de Anna se prohibieron, fue acusada de traición y deportada. Ante
posibles represalias más severas, su hijo quemó todos los papeles personales y sólo pudieron
reencontrarse en los años finales de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) con las ruinas de
Leningrado como telón de fondo.
A partir de entonces comenzó a ganarse la vida traduciendo a Giacomo Leopardi y publicando ensayos,
entre los que destacan los dedicados al escritor Aleksander Pushkin, en periódicos escolares. «Réquiem» –
escrito entre 1940 y 1960 – fue uno de sus poemarios más importantes y que, debido a su contenido
político, acabó siendo publicado fuera de las fronteras de la Unión Soviética. A pesar de ser expulsada de
la Unión de Escritores Soviéticos, Ajmátova no dejó de escribir y en los años que antecedieron a su
muerte publicó El correr del tiempo, una obra recopilatoria (aunque censurada) de sus poemas más
importantes. Candidata al Premio Nobel de Literatura en 1962, Ajmátova es, más allá de su muerte, una
de las poetas más importantes de lo que pronto se conoció como Edad de Plata de la literatura rusa,
influyendo enormemente en las obras de autores como Joseph Brodsky.

OBRA:

«Y toda la ciudad en duelo flotaba
hacia un destino desconocido
por el Neva o a contracorriente,
solo para huir de sus tumbas.
En la calle de las Galeras ennegreció el arco,
en el Jarcdín de Verano cantaban sutiles las veletas,
y la plateada luna creciente
iluminaba la Edad de Plata.
Porque por todos los caminos,
porque por todos los umbrales,
avanzaba lentamente una sombra.

El viento arrancaba los carteles,
bailaba el humo de la Prisiadka en los tejados
y las lilas olían a cementerio.
Maldita por la zarina Avdotia,
Dostoievskiana y endemoniada.
La ciudad se sumergía en su bruma.
Y de nuevo de la oscuridad emergía
un nuevo y ocioso Petersburgo.»

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