Sor Juana Inés de la Cruz (San Miguel Nepantla, Nueva España, 1648-México 1695),
Sor Juana Inés de la Cruz (San Miguel Nepantla, Nueva España, 1648-México, 1695), aprendió a leer a muy corta edad en el nada feminista siglo XVII y tuvo la osadía de consagrar su vida al estudio y la escritura y no a su marido y a su familia.
Para ello se hizo monja, no tanto por vocación divina como por necesidad de encontrar un espacio para sí misma y para dedicarse al conocimiento. Convirtió su celda en una gran biblioteca y en un punto de encuentro cultural. Se convirtió en un exponente del Siglo de Oro de la literatura en español. Escribió obra lírica, autos sacramentales, teatro y prosa.
Schmidhuber, divide sus obras para teatro en cuatro géneros: Festejos a lo humano, Festejos a lo sacro, Loas y Villancicos. En el primer grupo tres comedias: “La segunda Celestina” “Los empeños de una casa” (inspirada en “Los empeños de un acaso” de Calderón) en la que se invierten los modelos habituales de la época; ya que la protagonista escoge a su marido, lo describe tal como lo haría un hombre de una mujer, y un criado se disfraza de mujer (no la inversa como era habitual). Por último,”Amor es más laberinto”, que es una refundición de “El laberinto de Creta” de Lope y se trata de una comedia galante, ingeniosa y chispeante que se estrenó para festejar el cumpleaños del virrey Conde de Galve. Respecto a los “Festejos sacros”, escribió tres autos: “El divino Narciso”; “El mártir del sacramento, san Hermenegildo”; y “El cetro de José. Según Villarrutia, son interesantes para la época y muestran influencias calderonianas. El más conocido es el primero de ellos, en el que presenta la caída y la redención del género humano por medio del sacrificio de Jesucristo descrito como una alegoría mítica.
OBRA:
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia,
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que falta de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?
Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos enhorabuena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada,
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.